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Damasio y el error de Descartes

El neurólogo Antonio Damasio (n. 1944 ) con la publicación de su libro El error de Descartes (Descartes' Error: Emotion, Reason and the Human Brain, Pan Macmillan, 1994) culminó una investigación de más de veinte años en el complejo mundo de las neurociencias. Conocido por sus trabajos con personas afectadas por lesiones cerebrales, Damasio establece una hipótesis que los clásicos del racionalismo no habrían podido vislumbrar y tal vez habrían rechazado: la razón y sus manifestaciones objetivas en la interacción social que reconocemos como racionalidad, no son disposiciones neutras, puras. No hay una razón como principio inmanente desde el cual se proyecta nuestra vida moral y cultural en un sentido amplio, más bien: somos racionales y en esa característica privilegiada a la vez están integrados los afectos y los sentimientos.
Al comienzo del libro Damasio reconstruye un caso que  la investigación neurológica había dejado inconclusa en 1844 en los Estados Unidos. Se trata de Phineas Gage, un eficiente empleado experto en explosivos de una compañía ferroviaria que instalaba nuevas vías y que, tras un accidente increíble, en el cual una barra de hierro le atraviesa el cráneo, no muere ni queda físicamente incapacitado, pero sí pierde su vida emocional y deja de ser la persona aplomada, respetuosa, gentil, para pasar a transformarse en un hombre insensible e incapacitado de vivir su vida afectiva.
De este y numerosos otros casos similares surge la hipótesis de Damasio que une fisiología y anatomía; emociones, razón y sentimientos. El error de Descartes -según Damasio- fue su pretendida asepsia de una razón pura, inmanente, erigida como principio y motor de nuestros determinantes existenciales. "Cogito ergo sum", primero pienso, y del pensar, me viene el existir, afirma Descartes en la parte cuarta de El Discurso del método.
Más bien somos racionales y emocionales es lo que demuestra Damasio: razones y sentimientos no pueden explicarse como compartimentos separados de nuestro cuerpo. Esto estaría en consonancia con la crítica posmoderna a una razón monolítica al considerar la racionalidad como un entramado que va más lejos que las relaciones neuronales: nuestro cuerpo siente, nuestra mente piensa, nuestras emociones odian, aman, sufren, ...

Todo ello sucede desde una corporalidad imposible de dividir o separar. Pensando tal vez  en Kant, Damasio confiesa que se propuso escribir sus experiencias científicas convencido de que "la razón puede no ser tan pura como muchos suponemos: en la base racional están emociones y sentimientos". Spinoza en su tiempo lo dijo brevemente: "La razón no puede reprimir los afectos".
El carácter, los deseos, las ganas, los impulsos y los motivos son inseparables de la preocupación filosófica por la vida social pues no otra cosa preocupa a la filosofía práctica o ética. No sólo somos animales racionales, sino animales racionales–emocionales–sintientes.

Por Rodolfo Wenger C.

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