(L. Wittgenstein) |
"Ustedes podrían pensar que la estética es una ciencia que nos dice que es bello:
esto es demasiado ridículo casi hasta para decirlo, Supongo que entonces tendría
que decir también que clase de café sabe bien".
(LEPC, p.76)
En sus Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa (LEPC) de 1938, L. Wittgenstein plantea una definición de lo que él entiende por estética. "Sé exactamente -explica Wittgenstein- lo que sucede cuando alguien que entiende mucho de costura va al sastre, sé también lo que sucede cuando va alguien que no entiende nada de costura: qué dice, cómo actúa, etc. Esto es estética" (LEPC, p.76).
Con esto queda evidenciado que la estética de Wittgenstein no es propiamente una estética, sino más bien una manera muy suya de hacer filosofía: se trata de hacer una crítica no al arte como tal sino al lenguaje sobre el arte, el cual es un juego de lenguaje más, al igual que lo es el psicoanálisis y la religión.
Para Wittgenstein las cuestiones estéticas, aunque tienen que ver con sensaciones o sentimientos tal como pueden ser abordados por los estudios psicológicos, nada tienen que ver con los modos y experimentos que hace la psicología en términos científicos. No se trata de investigar causalidades o inventarse super-mecanismos explicativos (alma, inconsciente, inteligencia,…) sino de buscar problemas de sentido en términos de contenidos conceptuales (esencias) que generan los variados usos que puede tener un término. Pero aquí, el termino esencia no implica una realidad suprasensible o indeterminada sino que la esencia viene determinada por la gramática (“la esencia se expresa en la gramática” IF I, 371). Porque el uso es el que determina el significado en determinado juego lingüístico.
A la manera de Nietzsche, Wittgenstein, propone que: la primera condición para filosofar es la de desconfiar de la gramática. Para encontrar el significado de una palabra, lo que hay que hacer es determinar su uso en el lenguaje. Un término lingüístico como lo “bello”, por ejemplo se va llenando de significado (contenido conceptual), se hace concepto, por los diferentes e innumerables usos que se hacen de él en los juegos lingüísticos, de allí que lo importante no sea partir de las palabras mismas sino más bien de determinados contextos y actividades.
El arte -como señala Isidoro Reguera en la Introducción a la edición en castellano de las citadas Lecciones- sería una práctica; la estética, un lenguaje-objeto sobre esa práctica; y la filosofía, un metalenguaje sobre ese lenguaje. “…La estética intentaría describir y explicar el arte; y la filosofía, analizar y criticar ese lenguaje sobre el arte en vistas a su sentido, significado y verdad.” (LEPC, p.11, introducción de Isidoro Reguera).
Wittgenstein se sitúa siempre en este metalenguaje ayudándonos a pensar de manera diferente y a plantear los problemas desde otra perspectiva; a aclarar los espacios oscuros más allá de posibles esencialismos vacuos y conceptos absolutos. La explicación estética, para Wittgenstein, es básicamente una descripción de conductas, acciones y reacciones (la reacción de la persona que hace el aseo ante un cuadro, por ejemplo), porque en la mayoría de las ocasiones, a pesar de nuestros esfuerzos, resulta difícil hablar de arte con sentido: “en arte es difícil decir algo que sea tan bueno como no decir nada”.
(Metro de Medellín, Foto de R.W.) |
“Nos concentramos, no en las palabras “bueno o “bello”, que generalmente no significan nada, no son más que sujeto y predicado (“esto es bello”), sino en las ocasiones que son dichas, en la situación enormemente complicada en la que se localiza la expresión estética, en la cual la expresión estética misma ocupa un lugar insignificante” (LEPC, pp. 64-65)
Así como lo verdaderamente importante cuando uno se quema es retirar la mano del objeto caliente, y no por ejemplo, la conciencia o voluntad que quiera ponerse en ello, también “en estética lo más importante es lo que se llama reacciones estéticas”. (LEPC, p.78) Este es el objeto de la estética; distinguir reacciones, situaciones, ocasiones, acciones, etc., y…, la mejor forma de hacerlo es por medio de descripciones.
La descripción de conductas, acciones y reacciones en lugar de descripciones de sentimientos y sensaciones estéticas, o en vez de palabras e imágenes que supuestamente las signifiquen, y sobre todo sin creer que esa primera descripción de hechos sea realmente la descripción de nada implícito, tácito u algo que esté oculto detrás de los términos estéticos. La descripción es descripción de sí misma, si es descripción de hechos, porque los hechos no son sino la descripción misma de ellos. (LEPC, p.78)
Con una descripción cuidadosa es posible fundar la explicación estética. Explicación que debe justificar la perplejidad estética en términos de juicios estéticos –aunque no sea este el término que utiliza Wittgenstein. Una explicación estética debe justificar por ejemplo, porque una obra de arte “nos satisface”, “encaja en nuestro gusto”, porque “la captamos”. “La explicación estética correcta es la que produce un click”. (LEPC, p.86) La que satisface. No establece supuestas causas, sino motivos y porqués que satisfacen –entre otras- tres condiciones:
Acuerdo: Exige consenso o acuerdo, pero no con la experiencia en términos de verificabilidad, adecuación u objetividad, ni tampoco a la manera de un consenso racional en términos intersubjetivos, sino sólo con el demandante. En estética hay que dar una explicación que se acepte, se trata de obtener una satisfacción, a la manera de un click, como si algo encajara.
Persuasión: Para que haya aceptación de una explicación estética, sobre todo si no es uno mismo el que se da la explicación a sí mismo sobre su propia vivencia, se requiere un tipo de razonamiento convincente, más retórico si se quiere que lógico: se trata de persuadir, de convencer a la gente, o incluso a uno mismo, del valor explicativo de algo y no más bien de creer que hemos descubierto algo identificable y concreto en alguna parte identificable y concreta (mecanismo, causa, …) que explica el asunto y en el que todos se pueden poner absoluta (objetiva) (metafísica)mente de acuerdo.
Comparación de casos: Es necesario comparar casos incansablemente, poner ejemplos diferentes, intentar descripciones diferentes, contrastar, comparar, hasta que algo encaje, haga click, satisfaga, quite la perplejidad, persuada y convenza.
Se trata de un nuevo modo de preguntar, de una nueva sintaxis, de una nueva manera de hacer filosofía.
Wittgenstein pretendía sobre todo limpiar de telarañas metafísicas (absolutos como lo “bello”, el “inconsciente” o la “verdad”) el supuesto interior (imágenes) y el exterior (lenguaje) del hombre para preparar a éste a una vida y un pensar diferentes. (LEPC, p.12)
Lo que hace Wittgenstein con su filosofía es intentar persuadir de que se vean o miren las cosas de otro modo, nada más, y, bueno, nada menos, porque ese cambio de mentalidad es difícil de lograr.
Wittgenstein reconoce que lo que hace puede considerarse como propaganda a favor de un estilo de pensar que le gusta en contra de otro que no le gusta. Puede ser, lo que sí es cierto, es que no pretende esgrimir razones en términos de objetividades pretenciosas. Se trata como lo dice en el prólogo de las Investigaciones filosóficas de estimular a alguien a tener pensamientos propios, o aún más como lo plantea en sus Lecciones y conversaciones sobre estética “(..) cuanto estamos haciendo es cambiar el estilo de pensar, y cuanto estoy haciendo es persuadir a la gente de que cambie su estilo de pensar” (LEPC, p.98).
Lo cual se parece a la actitud de muchos artistas contemporáneos que buscan con sus propuestas artísticas generar un cambio de actitud y de pensamiento frente a determinadas situaciones o aspectos que consideran absurdos, injustos o –simplemente- mal ‘enfocados’.
Por: Rodolfo Wenger C.
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Referencias:
WITTGENSTEIN, Ludwig (1988).Investigaciones filosóficas (IF), traducción de Alfonso García Suárez y Ulises Moulines. México, UNAM.
WITTGENSTEIN, Ludwig (1992).Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa (LEPC). Introducción y traducción de Isidoro Reguera. Madrid, Alianza.